Skay en Medio y medio: Navegando tempestades orientales

Domingo ,14 de enero de 2018. Cualquier ser humano que se tilde de racional diría que un domingo de lluvia copiosa y constante se presta para mirar películas y series, acostado en la cama o en el sillón de su casa, comiendo torta fritas y tomando mate, pero para un grupo de fanáticos ricoteros, amantes de la música, la idea era completamente distinta. Es que, por séptima vez consecutiva, el flaco Skay Beilinson (exguitarrista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota) se presentaba con su banda, Los Fakires, en el patio de el bar y restaurante Medio y medio, de Punta Ballena, en el marco del Mini fest espíritu ecléctico. Un clásico de los veranos que comenzó en 2012 y que genera un clima único en el balneario, un show íntimo, en un lugar ameno, a escasos metros del mar y en un predio ideal. Pero antes de contarles sobre esto, hablemos de lo que sucedía previamente, porque el show se comenzó a vivir el día anterior. LA PREVIA Llegamos a Punta Ballena alrededor de las 16 horas del sábado y emprendimos el camino al único camping del balneario, ubicado en la avenida Antonio Lussich, entrando por debajo del puente que separa la ruta interbalnearia entre Punta Ballena y Punta del este. Una caminata de 40 minutos desde la parada Solanas al camping donde ya se alojaban varios “peregrinos” (así se denominan los seguidores de Skay) que habían llegado de distintas partes de Argentina para presenciar el show. Gente que vino de Gualeguaychú, Mendoza, Corrientes y, por supuesto, Buenos Aires era moneda corriente tanto en el camping como en los alrededores del balneario. En la playa de Portezuelo, en la tarde del sábado, se podía ver varios grupos disfrutando de la costa con banderas, remeras, tomando fernet, armando fogatas y, como no podía ser de otra manera, la popular cantarola ricotera, con varios clásicos de Los Redondos y de Skay, a modo de fogón que se trasladó de la tarde de la playa a la noche del camping. Alrededor de Medio y medio también se veía ricoteros, esperando ver si Skay se daba una vueltita por ahí. El músico es amigo de la casa y los fanáticos intentaban averiguar si pasaría a saludar para poder saludarlo o conseguir una foto. La previa del sábado se terminaba y todos se iban a descansar para prepararse para la noche siguiente. La mañana del domingo comenzó con algunas gotas amenazantes. Hasta ahí todo bajo control, pero el pronóstico del clima daba un 95% de probabilidades de lluvias intensas desde la tarde hasta la madrugada del lunes, cosa que se fue dando a medida que pasaron las horas. Los peregrinos del camping que ya habían hecho el check out aguardaban desde el mediodía del domingo en el parador, con sus mochilas y carpas, esperando que la lluvia amainara un poco, para trasladarse a hacer la previa en los alrededores del boliche y disfrutar de la prueba de sonido, pero era tan intensa la caída de agua que fueron pocos los que emprendieron el camino desde temprano. Cerca de las 17 horas la lluvia llegó a su pico máximo de intensidad, mucha agua y un cielo completamente cubierto hicieron que la previa se concentrara en un parador que estaba a metros del lugar. Ahí la banda peregrina cantaba y coreaba los clásicos de Skay, bailando bajo la lluvia con algún vino, alguna cerveza y mucho fernet. Eran las 20 horas y de a poco el clima se iba calentando pese a la gran cantidad de agua que azotaba el lugar. Poco a poco el lugar comenzó a poblarse. Cerca de las 22:30 (la hora pactada del show) la gente ingresaba en gran número al patio de Medio y medio, un lugar ideal para recitales de esta índole, con capacidad para alrededor de 300 personas. Se puede decir que el lugar estaba casi completo y, pese a la lluvia, todos esperaban entre cantos y cervezas la salida al escenario del Capitán Beilinson. EL SHOW Pasadas las 23 horas, con una camisa bien veraniega de colores y palmeras, su amuleto de pata de conejo colgando, lentes oscuros y un sombrero de paja, el flaco Skay salía a escena, con una sonrisa de oreja a oreja y con una agilidad envidiable para su edad. Ángeles Caídos (del disco La Marca de Caín, de 2007) fue el tema que eligió para abrir la noche y así desatar la locura del público que coreaba a rabiar los riffs de su histórica Gibson SG bordó (que lo acompaña desde sus inicios en Los Redondos). Skay logró, con su banda Los Fakires (integrada por Oscar Reyna en guitarras, Javier Lecumberry en teclados, Claudio Quartero en bajo y Mauricio Topo Espíndola en batería), ser actualmente una de las que mejor suena de la escena del rock argentino, sin ser multitudinariamente convocante por elección propia (algo que su par histórico, el Indio Solari, difícilmente pueda hacer). Ellos logran una comunión única entre el público y la banda arriba del escenario y eso se ve reflejado en cada show: sonrisas cómplices, gestos entre los músicos y la gente. La banda está afiladísima y tiene una potencia rockera que hace sacudir a cualquiera. Skay es un músico con un virtuosismo único, que disfruta mucho el vivo, algo que con Los Redondos se daba, en sus últimos tiempos, una o dos veces por año, debido a los distintos incidentes que se registraban en los alrededores de los shows. Una vez que disolvieron Los RedonditosSkay logró quitarse esa pesada mochila, comenzó su carrera solista, en 2002, cuando editó A través del mar de los sargazos y arrancó a tocar frecuentemente en distintos pubs, teatros y boliches de toda Argentina. Skay en la actualidad hace entre 30 y 40 shows por año. Con el tiempo logró que el público dejara de pedirle “que se vuelvan a juntar” y solo corean sus temas, fueron acostumbrándose a que el que estaba arriba del escenario ya no era “el guitarrista de Los Redondos” sino el flaco Skay. Nota: El apodo Skay se lo puso Marta Minujín, una noche de excesos, en la ciudad de La Plata, cuando Los Redondos todavía ni existían. La artista lo apodo Skay por el color cielo de sus ojos, aunque el músico admitió que en realidad siempre tuvo ojos verdes. En este momento se encuentra presentando su último disco El Engranaje de Cristal que salió a fines de 2016. Son seis los discos editados ya por el guitarrista que, según allegados, ya está trabajando en un nuevo álbum. Volviendo al show, los temas iban pasando uno tras otro, uno de los momentos de más agite fue cuando sonó Oda a la sin nombre, el tema quizás más radiado y conocido de la banda. La lluvia a esa altura iba y venía, cada tanto paraba, cada tanto se largaba otro chaparrón, pero lo que siempre se mantuvo fue la fiesta dentro del predio. La euforia se desató cuando Skay tocó un par de clásicos de Los Redondos como Jijiji y Esa estrella era mi lujo, pero sin dudas el momento más emotivo fue cuando, pasadas las 12 de la noche, la gente comenzó a corear el que los cumplas feliz. Es que el músico (al igual que el año pasado) decidió celebrar su cumpleaños arriba del escenario de Medio y medio: agradeció a la gente y dijo que no hay una mejor manera de recibir sus 66 años que estar tocando en vivo. Poco a poco el recital fue llegando a su fin. Skay y Los Fakires se retiraron del escenario, pero volvieron para hacer un par de bises y cerraron cerca de la 1 de la madrugada con El Sueño del Jinete (del álbum La luna hueca), un clásico de la banda, con el que suele cerrar sus shows. Así entonces dio cierre la noche, que dejó más que satisfechos a sus peregrinos, que iban retirándose felices pese a estar ensopados y embarrados y muchos sabiendo que temprano a la mañana había que meterse el chip de ir a trabajar. Ahora los peregrinos solamente aguardan la próxima fecha para ir en busca de otro destino y otro puerto para volver a amarrar. Skay, por séptimo año consecutivo, cautivó a todos en Medio y medio, y sabemos que el próximo año nos volveremos a encontrar allí y volveremos a disfrutar de otra kermés. Texto: Darío Larmini Fotos: Fanny Rudnitzky

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