Pelostroika episodio 2: el balneario de Vladimir

Un balneario, más trenes, el partido Uruguay-Egipto con un relato ruso, España-Portugal en vivo y un museo de la URSS es lo que caracteriza la segunda entrega de #Pelostroika, la cobertura de la Copa Mundial de Fútbol Rusia 2018 de Radio Pedal de nuestro enviado común. Un país de trenes Estamos llegando a Sochi, ciudad que se ubica en la región de Krasnodar, distante de Moscú por unos a 1.600 kilómetros. Es un balneario compuesto por dos urbes que se conectan: Adler y Sochi; ambas tienen sus propias estaciones de tren. En Sochi se desarrollaron los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014, por lo cual hay mucha infraestructura que se aprovechó de ese evento para la sede de este campeonato del mundo. Es una ciudad moderna, con una rambla espectacular y una playa no de arena sino de piedras; miles de cantos rodados contra los que el agua choca y se hace sonar. Los asistentes a la playa usan una especie de zapatilla de goma transparente con formato de zapato de ciclista que les permiten caminar con comodidad por encima de las piedras de diferentes colores. El viaje en tren insumió 24 horas. Salimos a las 10:52 de la estación de tren Komsomólskaya de Moscú para llegar al otro día a la misma hora a la estación de Adler. Salimos de Moscú con una temperatura de 20 grados y llegamos a Sochi con casi 30 grados al mediodía. Este viaje en tren es gratis; con la adquisición de entradas para el campeonato se podía reservar trenes de larga distancia sin costo. Y por eso estamos en Sochi, para asistir al partido España-Portugal, por el grupo B del campeonato Rusia 2018. Rusia fue hecha para los trenes, estos atraviesan el paisaje de bosques y campos eternos. Por la ventana se pueden ver árboles similares a las coníferas agrupados a la orilla de las vías, pueblos diminutos con la estación de tren como principal foco, casas asentadas en las laderas de las montañas, puentes en construcción, centrales eléctricas, túneles en la montaña y bañistas en las orillas del Mar Negro. El tren cuenta con vagones con camarotes de cuatro literas, una inferior y otra superior, dos de cada lado. Al medio, contra la ventana, una mesita con un enchufe. En el asiento inferior hay un dispositivo plegable empotrado a la pared que cuando se despliega se convierte en un escalón para la cama de arriba. Los vagones cuentan con aire acondicionado y percheros en la pared, la puerta es corrediza y tiene un espejo entero que se adivina cuando se cierra. Las almohadas, las sábanas y la frazada son proporcionadas por la empresa estatal de tren. En este viaje también hay guías especializadas en idiomas para atender a los pasajeros del Mundial. En mi caso conocí a Viktoria, natural de la ciudad de Rostov del Don, que estudia lengua extranjera en la universidad de esa ciudad y además trabaja en el centro de lenguas universitario; está oficiando de traductora como trabajo extra. También hay un vagón comedor donde se juntan a comer y a beber. A lo largo de las horas corrió la cerveza hasta que desde la cantina la empezaron a racionar. Rusos de un equipo de hockey tomaron mate con nosotros, a unos les pareció bueno y a otros les pareció lo más amargo que habían tomado en su vida, se sacaron fotos con banderas de Argentina, Uruguay y Peñarol. En cada una de las mesas del comedor del tren, había un tablero de ajedrez impreso. Porque, por más que corra mucho alcohol y se puedan dar vuelta tomando en un viaje en tren, siempre hay algunos jugando al ajedrez. Pero estos no son los trenes que acostumbran andar en estos trayectos, en realidad son otros más viejos. La mayoría de estas unidades no se usan para estos viajes regularmente. Sochi: capricho de Putin Sochi es una ciudad moderna y nueva, el principal balneario de Rusia. La rambla es espectacular, con el Fisht Stadium sobre ella; en la playa hay miles de cubículos y espacios para alquilar sobre la costa. Hay bares de todo tipo, peloteros, espacios de alquiler de motos eléctricas o bicicletas, carritos con helados, con café; restaurantes con comidas típicas o para fumar narguila, jueguitos para niños o espacios con masajes con peces turcos. En estos, podés sentarte en un sillón con un cubo de agua adelante donde meter los pies y que una especie de majugas empiezan a succionarte la piel; no es molesto, no es violento, te puede dar cosquillas, es más divertido que otra cosa. Y dicen que es relajante. Es una ciudad balnearia hermosa que en invierno se convierte en centro de esquí y de otros deportes invernales. En varios lados se puede observar remeras o gorros con la inscripción “Sochi, capital de los deportes de Rusia”. Putin tiene su residencia de verano aquí. El mismo Vladimir del que un taxista georgiano nos dice que “no está con el pueblo sino con el poder” y del que otra persona nos dice que “solo piensa en sí mismo”. Es interesante observar las opiniones de la gente de a pie sobre un peso pesado de la política mundial como es Putin. Nos encontramos mirando el partido de Brasil contra Suiza junto a Fernando, periodista brasileño que vive en Londres hace muchos años, y quien al hablar de Putin nos dice: “Yo soy de izquierda, no estoy con Putin. Además, lo que está haciendo en Siria…”. Con Fernando nos cruzamos en un bar armenio. La comunidad armenia está muy presente en la ciudad y son los que regentean varios restaurantes y hoteles. Las cantinas con el shashlik de cordero y cerveza, mostazas picantes infernales y algún karaoke son las que mueven la “ciudad invisible”, la que está más allá de lo turístico, adonde hay que ir a tomar algo o conseguir cerveza después de las doce de la noche. Uruguay en la tele, pero en Rusia En la tarde que llegamos a Sochi jugaba Uruguay su primer partido, contra Egipto, en Ekaterimburgo. Como llegamos al hotel sobre la hora, no pudimos ir hasta la Fan Fest de la FIFA, ubicada en Sochi pero a 30 kilómetros de nuestra ubicación, por lo que decidimos mirar el partido en un bar contra la playa. Una opción para nada desagradable. En un bar nos cobraron entrada, pero el streaming de la transmisión se cortó antes de comenzar y no se molestaron mucho por pasar el partido. Por esto nos movimos de ahí y terminamos en otro bar, sentados en unos almohadones con forma de pelota en el piso, con el Mar Negro a metros en una tarde de mucho calor y con el relato en ruso. Un partido espantoso de nuestro seleccionado, que ya nos acostumbró a debutar mal en un Mundial, es algo tan inherente como la adhesión de nuestro pueblo al fútbol. El primer partido del Mundial Uruguay siempre lo juega mal. Y punto. Pero, a pesar de todo eso, llegó esa forma de ganar. A lo último y de cabeza, en medio de un enjambre de egipcios que no pudieron parar a la tanqueta de Josema Giménez, que nos dio tres puntos para empezar el torneo con todo. El relator de la transmisión rusa no lo gritó, por eso al principio yo pensé que no lo había validado. El calor era tremendo, los vasos de cerveza grandes, y caros. Unos españoles detrás de mí tampoco gritaron el gol de Uruguay, ese silencio galaico se repetiría esa noche en Sochi. La noche de Cristiano Ronaldo El silencio antes del último tiro libre de Portugal, a los 88 minutos de partido, era de cementerio. De camposanto gallego, más precisamente. Porque los españoles lo conocen. Y simplemente fue así. Gol de Cristiano, empate a 3 y uno de los mejores partidos del Mundial hasta ahora. Y mi primer partido en un campeonato del mundo, además. La seguridad antes de entrar al estadio es imponente. Escaneo de entrada y el Fan ID (la tarjeta de identificación de los hinchas, implementada en este Mundial). Después, escaneo de las pertenencias al estilo de un aeropuerto más el posterior cacheo. El estadio de Sochi es imponente, cuenta con un aforo de 40.000 personas y está coronado por dos cúpulas que le dan una apariencia de caparazón. Esto es la elite del fútbol, pero más aun del espectáculo al servicio del que garpa una entrada a un Mundial. Guías que te indican en cada boca de túnel los puestos de venta de bebidas y comida donde los vasos de cerveza y de refresco, de plástico rígido, llevan la fecha del partido, y, en este caso, portan luces de colores en el fondo que tintinean con aplaudir cerca de ellos. Fumar está prohibido en las inmediaciones del estadio; adentro también. Cada escasos minutos, por las escaleras de las tribunas bajan jóvenes encargados de la seguridad, miran hacia todos lados y vuelven al corazón de las tribunas. Acá, aunque no lo parezca y no lo notes, está todo controlado. Todo. Iniesta, Sergio Ramos, Cristiano Ronaldo, Isco, Fernando Hierro dirigiendo a España; Piqué, David Silva. Un partidazo entre dos de las mejores selecciones del campeonato, que tuvieron que abrir su participación frente a frente. Un 3-3 para el recuerdo, con una España que supo dar vuelta el partido pero sucumbió al final, con destellos individuales pero aun mejores de manera colectiva. Todo en un ambiente que es otra realidad futbolística a la que estamos acostumbrados, pero que debe ser lo más lindo que te puede tocar vivir como espectador de este deporte. Es hermoso lo que puede generar el fútbol. De vuelta a la URSS En las cercanías del estadio y del parque olímpico de Sochi se encuentra el museo Back in the USSR, que se basa en artículos cotidianos de la vida en la Unión Soviética. Atendido por Yana y Ekaterina, es un gran compendio de la vida de aquel entonces, y para el que gusta de la estética rusa de esos años es maravilloso. Juguetes de todo tipo, camiones de lata, radiograbadores con la cara de Yuri Gagarin, maquinitas de videojuegos en las que manejás un submarino, un aula de una escuela representada, heladeras de la época, bicicletas, triciclos, muñecas, maniquíes con el uniforme del Ejército, ropa deportiva Adidas de los años 70 y 80. Pero el principal atractivo de este museo, aparte del que ya les estoy contando, es que las cosas se pueden tocar, se pueden sacar fotos, se puede jugar… Se ven niños en motos de lata dando vueltas por el museo, o jugando a las maquinitas. Te podés sacar fotos con un uniforme soviético o simular que estás firmando unos papeles en un escritorio al mejor estilo Lenin. Tener contacto con esos artículos y pasar un rato de una tarde en ese lindo espacio ha sido una de las más grandes satisfacciones de este viaje. Un recorrido que sigue llevándonos de vuelta en tren, pero hacia la ciudad de Rostov del Don, donde Uruguay jugará su segundo partido. Pero eso será en la próxima entrega de #Pelostroika, la cobertura del Mundial de Rusia 2018 de Radio Pedal. Texto y fotos: José Luis Rodríguez

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