Otro 20 de mayo el silencio del ambiente se hizo bullicio en nuestro interior. Un domingo frío, en el centro de la capital, miles de personas se dispusieron a caminar las 17 cuadras que recorre la Marcha del Silencio. Las únicas que hablaron fueron las pancartas.
Cada persona que marcha comparte una misma historia, el mismo recorrido, y silencio. Pero en el interior de cada una hay cosas que siguen hablando: los recuerdos, la indignación, la tristeza, las preguntas que desde adentro siguen susurrando memorias personales que nos hermanan con las de quienes marchan a la par. Juntos somos memoria colectiva, con grandes lagunas que intentamos reconstruir.
El recorrido de nuestros cuerpos es visible, aparece en fotos y en videos, y lo observan infinidad de ojos. Desde hace 23 años el recorrido es similar, pero el de nuestra mente cambia con los contextos, con los gobiernos de turno, con cada causa de lesa humanidad truncada. Los pensamientos nos asaltan en cada cuadra, y querer ordenarlos es imposible.
Rivera y Jackson: concentración
Las ideas no siempre pueden decirse, a veces porque nos matan y otras porque no se pueden expresar con palabras. El silencio de la presencia es un arma política. Estoy acá sin hablar, diciendo que hay cosas que no van a poder desaparecer.
El verbo desaparecer tiene la particularidad de que no tiene un sujeto que sea agente de la acción, es decir, nadie desaparece voluntariamente. Por el contrario, quien desaparece lo hace por la acción de otro, lo que implica necesariamente uno o varios desaparecedores responsables de la acción. Por este motivo, el sujeto tiene un comportamiento similar al de un objeto: como quien desaparece una foto, desaparece a una persona. Si bien esto sucede en la sintaxis, desgraciadamente nuestro pasado, y presente, tiene la misma particularidad.
Además, la desaparición, paradójicamente, puede ser pasiva. Esto es, podemos decir alquien fue desaparecido porque el agente de la desaparición es otro. Y en nuestro presente sabemos perfectamente quién es. Pero la sintaxis no es la encargada de hacer justicia. A 33 años de retomada la democracia, seguimos sin saber dónde están.
18 de Julio y Eduardo Acevedo: Universidad de la República
Sabemos mucho sobre la penillanura levemente ondulada, pero muy poco sobre las personas que desaparecieron mientras caminaban en ella. En un mundo donde se habla de más, donde se abusa de la palabra y de los discursos, donde abunda el ruido, hacer silencio es disrupción.
Sabemos comunicarnos sin palabras. Tenemos el cuerpo y las miradas. Las miradas de los veteranos a los jóvenes agradecen la continuidad de la lucha. Las miradas de los niños a los adultos buscan explicaciones. Podemos no estar de acuerdo en qué decir o cómo decirlo, podemos no estar de acuerdo con las palabras de otro, pero todos consensuamos en que este silencio habla por todos y es necesario.
Quizá no sabemos qué memoria estamos construyendo. O no nos dejan saber. O no nos permiten construirla. Caminamos haciendo un doble esfuerzo: de construcción y de deconstrucción. Es difícil construir con obstáculos, con pactos de silencios y con archivos cerrados. Es difícil deconstruir la justicia y la historia oficial. Pero, ¡vamos! A 50 años de 1968: seamos realistas, pidamos lo imposible.
18 de Julio y Tacuarembó
En este momento somos cuerpos sin palabras que exigen en nombre de otros cuerpos que tuvieron palabras y que fueron callados. Nosotros tomamos la decisión deliberada de callarnos. Pero hubo otros que fueron obligados. La única manera de callarlos fue desapareciéndolos, pero no lo lograron. Porque las libertades, como la verdad, pueden recortarse, pero las ideas y los proyectos que las contienen son a prueba de balas.
En este momento otros miles caminan en silencio, en Rivera, Florida, San José, Paysandú, Mercedes, Tacuarembó, Maldonado, Cerro Largo, Artigas, Colonia, Salto, Treinta y Tres, Flores y Lavalleja; en otro momento —que es el mismo—, en Buenos Aires, Santiago de Chile, París y Barcelona.
18 de Julio y Ejido: Intendencia de Montevideo
Hay personas que vivieron la dictadura y con el tiempo se van a ir, pero otras “murieron la dictadura” y van a estar siempre. ¡Presente!, un enunciado que conjuga tiempo y espacio, presencia física y actualidad, cuerpo y acción: acá y ahora.
En el presente se perpetúa el delito de desaparición forzada. Son delitos actuales porque siguen desaparecidos. El delito sigue intacto, al igual que la mayoría de los responsables.
El presente aúna el pasado y el futuro. Pero sin memoria, el futuro va dejando en las cuadras de nuestra historia el pasado, y este determina el presente que queremos vivir en el futuro. Ejido, ese campo temporal común, marca la presencia que nos une nombrando a todas las personas desaparecidas, una por una. Pero también la que nos separa de labrar la verdad. Y seguimos.
Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz: Plaza Libertad
Llegamos al kilómetro cero. ¿Termimanos? No, volvemos a empezar.
Suena el himno nacional, el mismo que suena en la marcha militar, en cada acto institucional y de la educación formal, en el Estadio Centenario antes de cada partido de la selección uruguaya. ¿Quién es el tirano? ¿Realmente está temblando? ¿Qué es lo que sabremos cumplir?
Ya estamos en Libertad. Repetimos que es Libertad, pero en el fondo sabemos que es Cagancha. ¿Quién va a marchar cuando el pasado no sea reciente? ¿Qué es memoria colectiva? ¿Qué es la memoria individual y familiar? ¿Cómo se relacionan? ¿Cuál va a ser nuestra memoria colectiva?
Tenemos que educarnos para no olvidar. Intercambiar palabras, y silencios. Nuestro interior habla. Socializar el silencio es otra manera de hacer memoria.
Texto: Cecilia Bértola, Sofía Umbre y Valentina Machado
Fotos: Valeria Amaro
Cuerpo a la ausencia
Otro 20 de mayo el silencio del ambiente se hizo bullicio en nuestro interior. Un domingo frío, en el centro de la capital, miles de