Feminismo: fuerte, claro y en las calles

Hekatherina Delgado, a sus treinta y tres años, es estudiante de doctorado en Filosofía en la Universidad de La Plata, politóloga, investigadora y artista. Pasó por Trazos para hablar sobre las repercusiones del pasado 8 de marzo y la marcha por el Día Internacional de la Mujer, de la cual formó parte y fue, por ratos, protagonista. No se considera a ella misma una “figura feminista”, explica, porque no podría vivir dignamente si su vida laboral se basara principalmente en el feminismo, pero sí y sin dudas se considera feminista y no hesita al momento de comunicarlo y defenderlo.

Uno de los hechos que llegó a la portada de muchos medios como legado principal de la marcha del 8M fue el “vandalismo” a la Iglesia del Cordón, ubicada en 18 de Julio y Tacuarembó, a la que se le tiraron varias bombas de pintura roja en la fachada. En todas las redes se pudieron ver quejas de gente indignada con respecto a este hecho, pero también se vieron respuestas de gente asegurando que el balance de la marcha fue positivo y de solidaridad a pesar de este hecho en particular, o compartiendo una foto de un cartel con el mensaje “qué ganas de ser pared para que te indignes si me tocan sin permiso”.

Refiriéndose al repudio de los medios hegemónicos y la opinión pública sobre la intervención en la Iglesia del Cordón, Hekatherina compartió que se sintió censurada, y que para ella lo que sucedió fue una intervención artística. Afirma que, antes de que otro grupo manchara la pared con pintura, ella, junto a otras compañeras que se declaran apóstatas, llevó a cabo una performance en la cual levantó un cartel que decía “Dios ha muerto”, leyó un poema performativo e hizo una sonata urbana de acusación a la Iglesia. “Tengo todo el derecho a salir a hacer una performance en la puerta de la iglesia, porque esa iglesia encubre a más de cuarenta pedófilos”.

Hekatherina también criticó las declaraciones de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH) sobre los hechos del 8M. El comunicado de la INDDHH sostuvo que la institución “se ha pronunciado en anteriores oportunidades respecto a la necesaria garantía del derecho a la libertad de expresión y a la protesta pacífica” y que “en una comunidad democrática, el ejercicio de estos derechos debe estar siempre unido al esfuerzo colectivo para generar un clima de convivencia, donde prime el respeto por la diversidad de ideas, creencias y opiniones”, condenando así la intervención en la Iglesia, apoyando métodos protestatarios ante todo pacíficos y tolerantes. Según nuestra entrevistada la declaración citada se trató de una jugada política “estúpida y obsecuente” y que no solo esa si no varias declaraciones públicas más, incluyendo las de algunas de sus propias compañeras militantes, fueron demasiado “tibias”.

Hace ya años que Hekatherina eligió llevar su arte a las calles, como forma de acción directa. Declara que busca ejercer su ciudadanía de la manera más directa posible y que el arte, como forma de protesta, de exposición y de acción, es uno de los caminos que elige para hacerlo. “No me hago responsable [por la pintura en la iglesia], pero celebro la autonomía de las compañeras que fueron a tirar esas manchas y aplaudo que se multipliquen los espacios de trabajo que se relacionen a la performance, al arte, a la política; que se empiecen a pintar las paredes de esta ciudad”. Explicó también que esas manchas rojas que quedaron en la iglesia “simbolizan nuestro arte, en tanto que ese mismo día se estaba derramando sangre de una compañera”, refiriéndose a los femicidios que ocurrieron estos días en Salto y en La Coronilla.

Sin embargo, declara que se siente más censurada que nunca como artista y que teme por su futuro como artista de performance, ya que no sabe por cuánto tiempo más le seguirán abriendo puertas para exponer su trabajo. “No puede ser que nos sigamos muriendo y que la respuesta sea la censura”, sostiene.

Hekatherina defiende que “estuvo todo bien y que está bien que siga sucediendo”. En un post que hizo en su página de Facebook relativo al tema, reclamó que “la propiedad privada no puede estar al mismo nivel que la vida” y que el control y la vigilancia de las iglesias no la silenciará.

Al preguntarle si se siente sola en su manera de ver las cosas, de pensar y de ser censurada por hacerlo, nuestra invitada respondió que se siente bastante extraña al respecto, pero que a pesar de todo, “lo real es que en el momento en que se cerró la puerta de la iglesia yo fui muy feliz”.

Texto: Martina Vilar del Valle

Foto: Pablo Albarenga

No te pierdas la entrevista completa:

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