En esta cuarta columna de Emer-gentes conversamos sobre la fecundidad adolescente en Uruguay. Las tres preguntas centrales que guiaron la columna fueron: ¿de qué hablamos cuando hablamos de fecundidad adolescente?, ¿cuáles son las causas de este fenómeno que emerge? y ¿cómo afecta las trayectorias de vida de quienes son padres y madres en la adolescencia?
En esta oportunidad, nos acompañó Carmen Varela, especialista en el tema. Ella es socióloga, demógrafa, docente e investigadora del Programa de Población de Facultad de Ciencias Sociales, con larga trayectoria en investigación sobre fecundidad y, específicamente, fecundidad adolescente.
Es importante diferenciar embarazo de fecundidad: cuando se habla de fecundidad se refiere a hijos nacidos vivos, mientras que embarazo puede suponer que eventualmente haya o no nacimiento.
Cuando hablamos de fecundidad adolescente nos referimos al nacimiento de los hijos de mujeres de entre 15 y 19 años de edad. La tasa de fecundidad adolescente indica la cantidad de nacimientos en un año por cada 1000 mujeres en ese tramo de edad. En los últimos dos años ha tenido un importante descenso: pasó de 59 hijos cada 1000 mujeres en 2015, a 40 por 1000 en 2017. En 2015 hubo un total 7500 nacimientos de madres adolescentes y en 2017 fueron 5364, es decir que se registró una caída de 1500 nacimientos en este grupo de edad.
El fenómeno generalmente se estudia a nivel de mujeres, si bien los varones también son padres en la adolescencia. Explica Carmen que el motivo es que tanto las estadísticas vitales de nacimientos como las preguntas de fecundidad en encuestas y censos se relevan a nivel de mujeres. De todas formas, han empezado a realizarse algunas encuestas para relevar este tema en varones.
¿Qué puede llevar a la maternidad en la adolescencia?
La fecundidad adolescente no necesariamente es la causa primera de una trayectoria de vida compleja, sino que más bien representa el emergente de un conjunto de situaciones sociales que pueden desembocar en este evento. Las causas son estructurales y múltiples, y están fuertemente determinadas por el nivel socioeconómico. Para muchas adolescentes la maternidad se asocia a la idea de alcanzar algo propio, de obtener respeto social, “un lugar en el mundo”. La maternidad es concebida como un valor en sí mismo. La falta de oportunidades y de posibilidades de proyectarse más allá del hogar puede conducir a visualizar la maternidad como el único proyecto posible.
Asociado a esto, mayoritariamente son las mujeres en situación de pobreza, de menor nivel educativo, las que tienen hijos en su adolescencia. Al contrario de lo que se podría pensar, las adolescentes abandonan el sistema educativo generalmente antes de quedar embarazadas y no es su maternidad lo que las lleva a esa deserción.
También el factor territorial aparece como condicionante: los departamentos del norte del país tienen mayor fecundidad a estas edades —y a todas las edades— y en algunas zonas rurales los nacimientos de madres adolescentes llegan al 45 %. Estas diferencias territoriales, que determinan las pautas en el comportamiento reproductivo, tienen que ver con distintas influencias culturales que se asocian tanto a las zonas de frontera como a la historia del poblamiento del país: al sur predominaron los inmigrantes europeos y hacia el norte, las poblaciones indígenas y de Río Grande del Sur. Estas diferencias entre sur y norte se han ido profundizando porque, si bien la fecundidad ha descendido en todo el país, al sur la caída ha sido más fuerte que en el norte.
¿La maternidad adolescente es un problema?
El inicio de la vida reproductiva en esta etapa se entiende como problemática porque de alguna manera trunca la trayectoria de vida de las adolescentes, da inicio precoz a su vida adulta y limita sus posibilidades de desarrollo en otros ámbitos más allá del hogar. Esto limita aún más sus posibilidades en el plano educativo y laboral, y lleva a reproducir y profundizar la situación de pobreza en la que generalmente nacieron estas adolescentes.
Es frecuente que la entrada en la maternidad en esta etapa no vaya acompañada de la conformación del hogar propio. Muchas de estas mujeres continúan viviendo con sus familias o las de sus parejas, con lo cual conforman hogares extendidos.
Si bien es difícil saber si un hijo fue deseado o no, Carmen cuenta que 71 % de las mujeres que fueron madres adolescentes expresan que les hubiera gustado serlo más tarde, según datos la Encuesta Nacional de la Adolescencia y Juventud (ENAJ). Esto revela la falta de posibilidad de elegir cuándo comenzar la reproducción de manera disociada de la vida sexual.
¿Qué otra les queda a las madres adolescentes?
El nivel educativo, tanto de las adolescentes como de sus referentes adultos, es el determinante número uno de la edad a la que se tiene al primer hijo y de la cantidad de hijos que las mujeres tienen a lo largo de su vida reproductiva. La educación opera por dos vías: asociada estrechamente con el nivel socioeconómico del hogar y en el desarrollo cognitivo de las personas, lo que permite en parte poder disociar la vida sexual de la reproductiva. En este sentido, la entrevistada explica que algunos aspectos que podrían generar cierta “protección” a la maternidad en la adolescencia son el nivel educativo (continuar en el sistema educativo formal y contar con un promedio de años de estudio en el hogar mayor a 12 años) y los ingresos medios per cápita del hogar.
Hasta 2015, la tendencia era al estancamiento de la fecundidad total del país, no solo de la adolescente. Sin embargo, en los últimos dos años el descenso ha sido importante y se intenta explicar por qué. Si bien se ha registrado un importante descenso de la pobreza monetaria en los últimos trece años, los cambios educativos y culturales son procesos muy lentos y no se puede asociar la caída de la pobreza como causa directa del descenso de la fecundidad. Sí podría llegar a explicarse como resultado de una serie de programas y políticas de salud sexual y reproductiva que ha venido desarrollando el Ministerio de Salud Pública (MSP), desde 2015, en el marco de la estrategia nacional de prevención de embarazo adolescente. Esta estrategia consiste principalmente en una fuerte política de universalización de los métodos anticonceptivos, que ha impulsado en especial los implantes subdérmicos. Sin embargo, es un fenómeno que está atravesado por múltiples dimensiones y es demasiado complejo como para ser reducido al éxito de una política, afirma Carmen.
Ante un tema tan complejo se requieren soluciones complejas y de abordaje integral. En este sentido, las políticas deben pensarse de esa manera, con participación de otros sectores además del de la salud: trabajo, educación, vivienda, desarrollo social. Así se podrá apuntar a cubrir las necesidades y los derechos más básicos, entre los cuales los derechos de salud sexual y reproductiva deben estar contemplados, para aumentar y diversificar las posibilidades de vida de miles de adolescentes que hoy encuentran en la maternidad su única opción de desarrollo en la vida.
Texto: Fanny Rudnitzky y Mariana Tenenbaum
Imagen: Vistazo.com
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