#Declaracionesilustradas. Disculpe, hay un Bartol en mi olla

“Los pies en el barro o el frío en la noche no impiden que la gente tenga una garra enorme”, dijo Pablo Bartol, actual Ministro de Desarrollo Social.

La afirmación es irrefutable. No hay duda de que quienes tienen los pies en el barro hacen grandes esfuerzos diarios por satisfacer sus necesidades básicas en contextos de adversidad. Cuando la comida escasea y el cuerpo no encuentra acomodo, no queda otra que ponerle garra para sobrevivir.

El peligro de esta frase, más aún cuando sale de la boca de un Ministro de Desarrollo Social, es que naturaliza la condición de pobreza. Las viviendas con piso de barro y las calles sin asfaltar aparecen dadas como un hecho de la realidad, sobre el que nada tenemos para hacer. 

En todo caso, a quienes les tocó nacer ahí, les toca la responsabilidad de lograr un mejor lugar para sí mismos. Aparentemente con ganas y con el “entrenamiento adecuado”, siguiendo la frase del ministro, se puede salir. Esta afirmación desconoce la cantidad de obstáculos que enfrentan las personas en situación de pobreza y desconoce, sobre todo, las condiciones estructurales que generan la pobreza. 

Las implicancias políticas de esta concepción neoliberal son enormes. Si la pobreza se explica en términos de méritos y deméritos personales, poca responsabilidad le cabe al resto de la sociedad y al Estado sobre este tema. Esto queda de manifiesto en la estrategia que el gobierno viene desplegando en torno a la política alimentaria.

Así como se naturaliza que haya gente que viva en el barro, se naturaliza que la gente tenga que recurrir a las ollas populares para satisfacer sus necesidades de alimentación. Las ollas tienen un enorme valor social y político, en tanto expresión de solidaridad y capacidad organizativa del campo popular, pero no pueden ser nunca una política de Estado para garantizar el derecho a la alimentación. 

No pueden ser una política de Estado porque el Estado no puede delegar esta responsabilidad en trabajo voluntario y porque el Estado no puede aspirar a una solución alimentaria que implique que miles y miles de personas no puedan satisfacer sus necesidades de alimentación en forma autónoma. 

Y si todo esto no resultase problemático de por sí, el gobierno no solo naturaliza las ollas populares como solución alimentaria, sino que además hace todos los esfuerzos para desarticular el potencial social y político de este movimiento, al intermediar el financiamiento de la comida a través de una fundación ajena al campo popular.

Texto: Radio Pedal

Ilustración: Tom Moreno

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