Crece desde el pie

El 14 de agosto nos acercamos al liceo N° 61 de la Villa del Cerro, para conversar con dos compañeras del gremio, Sofía y Abril. Hablamos del barrio, la militancia, el liceo, y la importancia del gremio.

El liceo Nº 61 Villa Cosmópolis abrió sus puertas como centro educativo de bachillerato en marzo de 2003. Se trata del primero de la zona en dictar clases de segundo ciclo de secundaria. Está ubicado en la calle Egipto entre Bélgica y China, frente a la bahía de Montevideo.

Según datos de su página web, en 2012 contaba con 32 grupos, 1.379 alumnos, 108 docentes, 3 administrativos y 7 funcionarios.

Sofía y Abril están cursando sexto año, una de sus principales motivaciones para la militancia es poder dejar su marca en el liceo para cuando ya no estén. Cuentan que el liceo tuvo un gremio muy activo en sus orígenes pero que a lo largo del tiempo se fue debilitando. Cuando comenzaron a estudiar allí se movilizaron para reactivarlo. Hoy sostienen la actividad gremial con el apoyo de algunos de sus compañeros, principalmente de 6o año. 

 

Comentan que muchas veces son consideradas referentes de los gurises de 4°y 5°, que se acercan al gremio buscando apoyo, con alguna consulta o situación para resolver, “y nosotros tratamos de manejarlo también, porque si ellos sienten el apoyo de nosotros, hay que dárselo”, dicen. 

Además de responder a las demandas de los y las estudiantes, desde el gremio se promueve el trabajo sobre algunos temas que entienden fundamentales para mejorar las condiciones educativas y la convivencia. Algunos de los que más interés despiertan son las relaciones de género, los derechos humanos, la mejora en las condiciones edilicias y poder contar con el apoyo de un equipo multidisciplinario en el liceo. 

Desnaturalizar el machismo

Entre los proyectos para este año prevén hacer un taller sobre trata de personas, para sensibilizar sobre el tema a los y las estudiantes del liceo. En general, están interesadas por el abordaje de temas de género, porque observan que hay muchas situaciones en que los varones no logran percibir la violencia que pueden estar generando. “No tenés una materia que te enseñe a respetar a tus compañeras”, dice Abril. 

Un cambio que generó gran movilización en las y los estudiantes fue la implementación de una normativa sobre la vestimenta, promovida por el director del liceo. Entre otras cosas, este código de vestimenta prohibía las calzas, los pantalones rotos o las musculosas para las mujeres. Sobre esta última prenda, explican que el argumento esgrimido fue “que no podíamos mostrar los hombros porque los varones se podían excitar”. 

El gremio organizó una asamblea para discutir este tema. Allí surgió la incomodidad de algunas compañeras frente a comentarios machistas que circulan en el liceo, tanto de parte de estudiantes como de profesores. A partir de esta asamblea el gremio se reunió con algunos profesores para que transmitieran estas preocupaciones al resto del cuerpo docente. Cuentan que la receptividad fue buena y sintieron el respaldo de los docentes para revisar estas prácticas. 

Ayer y hoy

Derechos humanos y pasado reciente es otro de los temas que movilizan al gremio. De cara al 14 de agosto, pegaron varios carteles en los salones explicando por qué se conmemora el Día de los mártires estudiantiles, también hicieron una pancarta que colgaron en las afueras del liceo.

Entienden que es muy importante que los más jóvenes conozcan la historia del movimiento estudiantil y que entiendan la importancia de la militancia, ayer y hoy. “Había resistencia estudiantil en los 70 y hay resistencia estudiantil ahora”.

Un proyecto que tienen para acercar los temas del pasado reciente es convocar a Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos para realizar talleres en el liceo. Dicen que ya hicieron algunos contactos con la organización pero que la concreción de la actividad viene demorada por las autoridades liceales. Explican que cuando fueron a hablar con el director sobre la posibilidad de hacer estos talleres, les respondió si también pensaban invitar a los militares a dar su versión sobre la dictadura.

A propósito de los militares, cuentan que desde el gremio se oponen a la propuesta de reforma constitucional Vivir sin miedo y que esta es una postura compartida por la amplia mayoría de los y las estudiantes. Creen que este posicionamiento también se vincula a la tradición del barrio, un barrio obrero con una histórica participación en las luchas sociales y resistencia a los militares. 

Un liceo que acoja y no que expulse

En 2018 los y las estudiantes ocuparon el liceo en reclamo de mejores condiciones edilicias y mayor presupuesto educativo. Esta medida se articuló con el resto de los liceos públicos de la zona oeste que tenían demandas similares. 

Ambas recuerdan que la ocupación estudiantil fue uno de los momentos de mayor participación gremial. Valoran el compromiso de las compañeras y los compañeros que en asamblea decidieron la ocupación y que luego la sostuvieron durante más de una semana. Además, destacan que los talleres y cursos que desarrollaron durante la ocupación fueron de gran utilidad para lograr mejores aprendizajes. “Yo salvé el examen de matemáticas de 5o gracias a eso”, dice Abril. 

A pesar de esta medida de lucha, las condiciones edilicias siguen siendo subóptimas. Sobre la situación actual comentan que las aulas son insuficientes: los grupos de Artístico y Economía no tienen salón propio, lo que los lleva a ir rotando salones o compartir clase con otras orientaciones. 

Sofía y Abril sostienen que ampliar el liceo es muy necesario, porque si no mejoran las condiciones terminan expulsando a los gurises de los centros educativos. Si esto no cambia, es como “apostar a que la gente del Cerro no haga bachillerato”, dice Sofía. 

En esta misma línea, entienden que el liceo debería contar con un equipo multidisciplinario que pueda acompañar y apoyar a los estudiantes del centro. Explican que en muchos casos los estudiantes del liceo atraviesan situaciones familiares complejas, y que el liceo no siempre responde en forma adecuada para que puedan seguir estudiando. Por ejemplo, cuentan que una compañera de clase, que tiene a su madre y hermana enfermas, muchas veces tiene que hacerse cargo de cuidar a su sobrina de 9 meses. Desde el gremio hablaron con alumnos y docentes y hubo acuerdo en que la compañera fuera con su sobrina a clase, “era eso o que la gurisa dejara el liceo”, cuenta Sofía. Sin embargo, desde la dirección plantearon que esto no era viable “y ahora viene y tiene muchas faltas en cada materia, y la está re luchando… la institución le da la espalda, y está de menos porque uno en una situación así busca un refugio en las instituciones, no es solo venir a aprender”, dice Sofía.

Además de las condiciones de su liceo, Abril y Sofía reflexionan sobre la orientación general del sistema educativo. Consideran que muchas veces se prioriza que los estudiantes memoricen información en lugar de que se apropien del conocimiento y desarrollen una capacidad crítica. Entienden que esto se relaciona con una homogeneización de la práctica educativa que no contempla las diferentes formas de aprender que tenemos las personas. 

La militancia como práctica cotidiana

Abril vive en una cooperativa de viviendas, viene de familia cooperativista y de militancia sindical: “Es algo que vos traés de chica, capaz que no militar en espacios, pero sí militar con la gente que tenés al lado. Para mí militar es hablar de las cosas que pasan y capaz que hacerle ver a la persona que tenés al lado algo que de otra forma no vería… y ayudarlo, y que entre todos se puede hacer algo”. 

En el caso de Sofía, además de participar en el gremio del liceo, desarrolla una militancia barrial junto a un grupo de hinchas de Cerro. Cuenta que hace poco se juntaron para llevar regalos a los niños que habitan en condiciones precarias en una zona de la Fortaleza. Para poder estimar la cantidad de regalos necesarios, previamente realizaron una encuesta entre las familias que habitaban en la zona. Dice Sofía que la experiencia de visitar a las familias la conmovió porque pudo ver en primera persona las condiciones de vida que tenían que sobrellevar. Cerca de 40 familias que comparten una única canilla de agua, ausencia de saneamiento, muchas madres que crían solas a sus hijos fueron algunas de las situaciones que destacó. “¿Cómo juzgar a gurises que viven en estas condiciones?”, se pregunta, y concluye que es necesario “hacer algo” para cambiar esa realidad.

En relación con la militancia estudiantil, ambas coinciden en que implica una responsabilidad y una dedicación que no todos pueden o quieren sostener. Sofía considera que es importante trabajar en esto. Para seguir creando conciencia “necesito dejar algo acá, para que siga el legado y para que sigan haciendo cosas, porque hay un montón de cosas para hacer […] hay gurises […] que no las entienden, lo que es mirar al costado y fijarte en qué podés ayudar al otro”.

Plantean que esto se complejiza aún más cuando tus necesidades básicas están insatisfechas y el resto de la sociedad te estigmatiza. Al respecto comenta Abril: “Sobre todo, acá en la periferia, porque para el informativo somos zona roja […] pero nadie viene a dar una mano. Es bastante difícil que vos puedas pensar y poder ser crítico cuando no tenés algo que te llene la panza”.

 

Texto y fotos: Valeria Amaro y Fanny Rudnitzky

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