Miedo, una palabra sin antónimo claro. ¿Qué es lo contrario de miedo? ¿Valor, coraje, tranquilidad, amor? ¿Cómo propone vivir Larrañaga cuando invita a Vivir sin miedo? ¿La falta de qué nos hará más felices? El miedo siempre va a estar, porque los peligros también van a seguir estando. La cuestión es cómo los gestionamos. Y cómo dejamos que los gestionen. ¿Qué hacen con tu miedo? Campaña política. No podemos permitir que nos gobiernen a partir del miedo.
¿Desaparece el miedo con más persecución y castigo? ¿El miedo de quién desaparece? ¿Y el de quién aumenta? ¿Todos tenemos los mismos miedos? ¿Todos vivimos las mismas inseguridades? ¿Qué miedo vale más? ¿Vale gestionar la seguridad pública a partir de una idea única de miedo?
Esta campaña parte de un supuesto: el daño. Existe un enemigo que nos quiere hacer daño y esta reforma constitucional nos protegerá. ¿Cómo lo va a hacer? A partir de poblar las calles de fuerzas de choque. ¿Son medidas a nuestro favor o son medias en contra de alguien más? De otro. ¿De quién? ¿Quién es el enemigo y por qué nos quiere hacer daño?
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Vivir sin miedo propone una reforma constitucional que se pone a votación el 27 de octubre junto con las elecciones nacionales. Para concretarse requiere de la aprobación de la mayoría de quienes concurran a votar ese día. La reforma se promociona como una solución a la inseguridad ciudadana. En sus cuatro puntos, propone crear una guardia nacional militarizada con funciones de seguridad interna, habilitar los allanamientos nocturnos, instituir la condena perpetua revisable y anular la posibilidad de disminución de penas para ciertos delitos.
En resumen, la propuesta es erradicar el miedo con más poder de fuego, mayores castigos y menores garantías. Esta estrategia no es novedosa. La profesionalización y aumento de recursos de la Policía ha sido una de las principales apuestas del Ministerio del Interior en los últimos 15 años. Desde 2011 los megaoperativos vienen irrumpiendo en los barrios (pobres). En 2013 se instaló el primer sistema de videovigilancia en Montevideo, que luego se expandió a todo el país. En 2015 empieza a funcionar la Policía de Alta Dedicación Operativa (PADO). Del 2000 a esta parte la población carcelaria se triplicó.
Mientras, la violencia y el miedo siguen creciendo, 2018 fue el año que registró mayor cantidad de homicidios en la historia del país. El porcentaje de personas que creen que la inseguridad es el principal problema del país pasó de 7% a 28% entre 2006 y 2017, según la encuesta del Latinobarómetro.
Sin detenerse mucho a analizar esta relación entre políticas del castigo y aumento de la violencia, la reforma propone agudizar las lógicas de vigilancia y condena. El aumento de penas no funciona porque el encarcelamiento, de algunos, no repara las condiciones culturales, económicas y vinculares que sostienen la violencia. Eliminar a las personas no elimina los problemas sociales. Lo que sí hace es poner en jaque nuestra capacidad de generar sociedad.
Una mirada hacia nuestro pasado reciente deja en evidencia por qué no atribuir funciones de seguridad interna a los militares. Cualquier duda que pudiera quedar sobre el posicionamiento de esta fuerza hacia los derechos humanos quedó despejada con la reciente revelación de las actas del tribunal de honor y las declaraciones del actual comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Claudio Feola, sobre los desaparecidos. (Ver Armados con fuerza por la democracia y contra la impunidad)
Incluso sin estos antecedentes, la encargatura de funciones de seguridad interna a fuerzas militares es cuestionable. Los militares están formados para luchar contra un enemigo externo. Un otro sobre el que no aplican las normas de derecho, sanciones y procedimientos que aplican para los habitantes del país. ¿Y cuando ese otro es parte del nosotros? ¿Hemos creado un enemigo interno?
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Esta campaña supone un ellos y un nosotros, el enemigo es interno, pero no somos nosotros, es otra parte de la sociedad. Entonces, hay dos partes. Trazada la línea del bien y el mal, según de qué lado estés, esta reforma se asegurará de que nunca veas la cara del mal, o del bien. ¿Quién porta estas caras?, ¿de quién nos van a separar? o ¿a quiénes no volveremos a ver? ¿Cuáles son los costos éticos, afectivos y políticos que debemos pagar para Vivir sin miedo? ¿A pesar de qué tendremos que vivir para vivir tranquilos?
Esta propuesta de reforma hace que ninguna de estas preguntas importe, es Maquiavelo que volvió luego de 500 años a mostrar que sigue sin importar qué nos llevemos puesto por delante, mientras nuestra individualidad esté asegurada.
Más que miedo, en los discursos de seguridad lo que hay es odio. El odio no se deconstruye con una reforma constitucional. Ni con “mano dura y plomo”, ni con “tolerancia cero a la delincuencia”, ni con hacer sonar el timbre del recreo a los “malandras”. No hay manera de que esta reforma nos haga mejor sociedad.
Desde Radio Pedal entendemos que el miedo aminora o desaparece cuando nos cuidamos, no cuando nos protegen. Proteger es asegurarse que no nos crucemos con el mal. Cuidar, en cambio, es ocuparse, es dar, es asegurarnos que el otro, nosotros, estemos bien. Es convivir mientras lo intentamos.
Texto e imagen: Radio Pedal