Algunos pétalos del 20 de mayo

Un trecho hasta el silencio 

La Marcha del Silencio se realiza desde el año 1996. Desde hace 25 años… 

25 años. Este número, esta cantidad, esta dimensión de tiempo que tanta contradicción genera… Por un lado, es inevitable pensar lo significativo que es que cada año, cada 20 de mayo, el tramo que separa Jackson y Rivera de la Plaza Cagancha se llene de miles de pasos que marchan en silencio, y de miles de corazones y cabezas que gritan infinidad de emociones, que recuerdan infinidad de sucesos, que sostienen infinidad de tristezas y que extrañan y rememoran un número mucho más significativo que 25. Y no solo un número. Miles de corazones rememoran 197 nombres, 197 apellidos, 197 vidas, con sus esperanzas, sus sueños, sus contradicciones. 

Cada año recordamos en conjunto y en silencio a los 197 detenidos desaparecidos por la actuación represiva del terrorismo de Estado, y reclamamos desde el mismo silencio y desde el mismo conjunto verdad y justicia y que digan de una vez dónde están. 

Ese trecho, año a año va mezclando generaciones e incluso diversidades partidarias, aunque, por supuesto, con ciertos límites. Ese trecho une años de lucha, años de militancia, años de sueños e ideales, y años de búsqueda y reclamos. Une también años de separaciones, de desarticulaciones, de desencuentros, de rupturas. Ese trecho une todo lo que desunió y rompió el sistemático terrorismo de Estado y que perpetuó el estado que devino de la apertura democrática. Ese trecho une. Increíblemente, y a pesar de todo, sigue uniendo.  

Sin embargo, ese mismo trecho el temporal, no el espaciales el que, también en silencio, nos va recordando año a año, mayo a mayo, día a día la barbaridad que significa tener que seguir marchando en reclamo de verdad y justicia. 25 años…

No se trata de la particularidad del tiempo, que bien a su estilo pasa, callado, pausado, pero tenaz en su avanzar, aunque sea a tientas y aun ante cualquier tipo de adversidad. El tipo sigue, no se detiene, nadie y nada lo detiene. Esa es su naturaleza, pasar y dejar pasar. Seguir para adelante, aunque eso suponga ir permanentemente para atrás. 

Porque por más que nos empecinemos en pensar que el tiempo es una línea por la que solo se transita derechito y pal frente, lo que dejamos atrás no son más que mojones en las próximas paradas de esa miserable rectitud. Eso hacemos también cada año. Marchamos para adelante, en línea recta, pero mirando para atrás. 

Nosotros no somos el tiempo. Nosotros somos parte de las cosas que lo transitan. Somos esos componentes sujetos a su devenir. Y también esos sujetos sujetados, no por el tiempo, sino por otros sujetos que no hicieron más que sujetar, amarrar, retorcijar, torturar, desaparecer y matar. Esos mismos que siguen sujetando, que siguen torturando con mentiras que perpetúan el terror y relativizan cualquier lema que tenga el tupé de definirse democrático.

No somos el tiempo, pero somos en el tiempo. La 25a Marcha del Silencio no se marchó, pero la ausencia de esta marcha detonó un estruendo arrasador. A causa de este tiempo, a pesar de este tiempo y gracias a este tiempo. 

Una coyuntura de pandemia nos hizo pensar en un primer momento que una de las marchas más significativas de nuestro país, como el resto de las cosas importantes de nuestras vidas, iba a quedar sumida en un viroso letargo, en un adjetivo pandemial: silenciada, callada. Sin embargo, el aislamiento físico no hizo sino potenciar la compañía emocional. Gracias a este tiempo no sucedió la paradoja. La Marcha del Silencio no se silenció.

Este año la marcha no marchó pero empezó a marchar, y mucho antes del 20 de mayo. Este año, una nueva temporalidad se vio desafiada. Este año el 20 de mayo se nos anticipó, se nos coló por las ventanas, se nos colgó por los balcones y las azoteas. Este año el 20 de mayo se nos puso adelante, nos tapó la cara, nos iluminó los ojos, nos vistió las calles y nos cambió el perfil. 

Este año nos ayudó a recordar también que la Marcha del Silencio es el 20 de mayo, pero la búsqueda de romper el silencio es cada día. Y este año también esto nos hace recordar que, por más que el tiempo avance, el trecho puede ser cada vez más largo. 

Ojalá algún día recordemos que hubo durante un tiempo un trecho recorrido por una Marcha del Silencio que se calló sin que el tiempo se haya llevado el silencio de los que no nos dejaron gritar.

 

Una margarita que se hizo miles 

Niños, jóvenes y adultos dibujaron en papel o cartón la margarita de los pétalos que desaparecieron. No huyeron, no se cayeron por el paso del tiempo. Los arrancaron. En la playa o en la ciudad, las margaritas de la memoria dieron el abrazo que ya no se pueden dar 197 personas con madres, hijos, hermanos y amigos.  

Al estado cómplice de las violaciones de los derechos humanos, que se reinventa a través del la incorporación de militares al Poder Legislativo, le seguimos repitiendo sus nombres. Seguimos  cobijando sus historias. Pedimos justicia. Son presente. ¿Dónde están? 

 

Quizás la piel lo dice todo

Conmover es mover, se mueven los abrazos en el presente. El tiempo es la ilusión que se encarna en la memoria que siempre es presente. Somos sus ojos, su lucha y su ausencia, somos la noche y la palabra que se hace nombre. El silencio del murmullo deja escuchar los latidos que se agolpan en los pechos conmocionados. La piel no miente, se impone, se estremece sin preguntar. Los sentidos son todo, todo está ahí en cada instante juntas y juntos. De espaldas, caminamos hacia atrás, hacia un futuro que no vemos, empujadas por un pasado habitado por amor y valor, nos empujan con sus manos firmes y amorosas, nos ayudan a confiar y a seguir insistiendo. Encarnamos sus deseos, no hay duda, se siente certeza. es por acá pero más profundo, más cuerpo, es con ellas y con ellos. 

 

Otra voz canta

Era 20 de mayo, sabíamos iban a faltar nuestras piernas en la marcha.

La coyuntura invitó a nuevas formas de hacer sentir la necesidad de construcción de esta historia con base en la memoria, la búsqueda imponente, imperante de nuestra verdad, la rabia manifiesta ante la justicia impune, el castigo que no llega.

No fue por 18 de Julio, sino que se marchó por los barrios. Dejar la imagen de nuestros desaparecidos bajo una puerta, entre las rendijas de un portón, en la mano de un vecino que pregunta por la de Miguel Ángel Moreno, porque son amigos. Escucha, escucha.

No eran miles de corazones sintonizando juntos en el andar, sino unos pocos vibrando como todos juntos. Las piernas no pudieron recorrer el camino que va desde la plaza de los Detenidos Desaparecidos de América Latina hasta la Plaza Libertad, pero resilientes, trazaron trayectorias improvisadas por las calles de por ahí, o por acá. Los sentimientos propios y comunes colectivos que en cada Marcha del Silencio se entrelazan tapizando, como marca a fuego la principal avenida, en esta ocasión inundaron barriadas enteras. Escuchalos, escuchalos.

El cercano Rodolfo Walsh dijo alguna vez que las paredes eran la imprenta de los pueblos, esta vez además fueron balcones, puertas, vehículos, calles, árboles, todo espacio imaginable o no; margaritas de papel creciendo en un cantero y otra proyectada en la fachada del círculo militar, para siempre.

“Sostenlos con tu vida, que no se pierdan, que no se caigan”, Circe Maia.

 

 

Textos: Radio Pedal

Fotos: Valeria Amaro

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