El 28 de noviembre se llevó a cabo el seminario, organizado por Nada crece a la sombra, en el que se profundizó sobre la temática “Sujetos, encierro y territorio” y se expusieron opiniones sobre el sistema carcelario de Uruguay y las alternativas posibles dentro del sistema.
Quienes brindaron sus visiones y experiencias fueron Luis Parodi, educador y director de la cárcel de Punta Rieles, y Nilia Viscardi, socióloga y directora del Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Entrevistados por Alejandro Cabrera, lograron transmitir un poco de la vida que viven como educadores y sus relaciones con el tema de delito, castigo, educación.
Se comenzó con ambos invitados posicionándose dentro del sistema carcelario y educativo. Luis Parodi se define como un ciudadano más, comprometido con la época en la que vive, y con el otro, un educador que aún cree que uno puede cambiar el mundo desde cualquier lugar. También se considera un “viejo carcelero”, pero uno que “abre puertas” dentro de la cárcel a través de la educación.
Nilia Viscardi admitió que existe cierta sensación de impotencia para la mayoría de quienes trabajan en el ámbito educativo, una inseguridad de no saber cómo mejorar y poder cambiar las cosas desde el lugar de cada uno. Sin embargo, quienes están comprometidos con la causa siguen intentándolo.
Se abarcó el tema sobre la autoridad en la cárcel como problemática: hasta dónde debe llegar y hasta dónde es algo positivo o negativo. Según Parodi, la autoridad es necesaria y siempre estuvo: “No hay proyecto educativo sin autoridad”. Es así que afirma que es posible educar en contexto de encierro. “La pregunta debería ser cómo se resuelven los conflictos, si se hace de forma democrática o no”, sostiene. “Cuando le meto el peso a la gente es porque no pude resolver el conflicto de forma democrática y ahí lo hago de forma autoritaria. Si yo logro resolver los conflictos de una forma constructiva, más democrática, estaríamos formando una sociedad mucho más igualitaria”. Es decir, la autoridad está y se necesita tenerla a mano en caso de no poder resolver conflictos desde otro lugar. Afirma Luis que en la cárcel intentan que uno salga siendo un ser más democrático que cuando entra.
Otra reflexión que comparte el director de la cárcel de Punta Rieles es que como sociedad hemos avanzado mucho en comprender que los que están en la cárcel son seres humanos como nosotros. Ya no hay nadie que niegue la humanidad de los presos, que los trate de monstruos, según Parodi, pero sí falta poder admitir que también forman parte de nuestra sociedad, del mismo colectivo que nosotros, que “son nuestros” y no ajenos a nosotros.
La educación debería tener como objetivo central “distribuir la cultura de la época de la forma más democrática posible”, por sobre todas las fracturas sociales y económicas, sostiene Luis. Otro de los fines de la educación, desde su punto de vista, es darles a las personas las herramientas para hablar por sí mismas, luchar su lucha, y no necesitar que alguien más pelee por ellas. “El objetivo es generar espacios para que puedan pelear”. Parodi afirma que siempre es gente externa a los presos la que habla por ellos, y abarcan el tema del sistema carcelario y cómo los afecta, en vez de darles un espacio y una voz a ellos mismos para que puedan expresarse y defenderse con seguridad.
También se abarcaron las principales dificultades u obstáculos a los cuales se enfrentan quienes están privados de libertad dentro y fuera de la cárcel.
Según Nilia, una de las mayores dificultades que se encuentran al salir de la cárcel es la ruptura del orden establecido. Uno se acostumbra a cierto modo de vida cuando está preso, y cuando se sale ese orden se rompe, y se siente violencia. Muchos de los que están privados de libertad pueden tener una conducta muy correcta dentro de la cárcel, adaptarse a esas reglas, y al salir encuentran difícil respetar las reglas de la sociedad.
Para Luis, en la cárcel también hay otros defectos, entre ellos, la falta de individualidad: uno no encuentra lugar para estar solo, salvo los peores, que son los de aislamiento. “Eso es destructivo desde el punto de vista de la subjetividad”. A pesar de ser un ser social, todo ser humano necesita un espacio y tiempo para conectarse consigo mismo, tener privacidad: eso es directamente imposible en una cárcel, donde todo se comparte en todo momento: “Hasta los baños son colectivos”, afirma Parodi.
Otro problema que describe Parodi es la falta de eventos significativos en la vida de los presos: “No hay eventos, el tiempo no pasa”. No hay un antes y un después, como en la vida normal, que se basa en una consecución constante de eventos que nos dan razones para mantenernos motivados y activos. “Deberíamos pensar en eventos y situaciones que generen un punto en el tiempo dentro de la cárcel”, sustenta el director y educador.
Otro punto importante que se puso sobre la mesa sin profundizar demasiado fue el de la desigualdad de tratos y castigos entre las clases. Según Nilia, no se habla del delito de clase alta, el delito financiero, etc. “Lo que abunda en las cárceles es el castigo para los delitos de la pobreza”.
En este encuentro se discutieron defectos del sistema carcelario uruguayo sin intención, sin embargo, de transgredirlo. La idea que transmiten quienes dieron su palabra es la de tratar, desde el lugar de cada uno, hacer su trabajo lo mejor posible para poder mejorar la totalidad por mediado de pequeñas acciones individuales. Y, sobre todo, intentar que la experiencia de quienes están en las cárceles sea lo más humana y democrática posible. Hay maneras de mejorar la experiencia carcelaria, sin que se vuelva un lujo ni mucho menos, pero que al menos no destruya la subjetividad y la humanidad de quienes pasan por ella. La clave es comenzar a permitir que presos y ex presos puedan hablar de su experiencia, expresar sus opiniones, defenderse a ellos mismos sin necesidad de referentes externos que los protejan. Es por eso que, según Luis, hay que dejar de “cazar en el zoológico”, dejar de hablar de estos temas entre las mismas personas de siempre que ya entienden todo lo que se discute, y comenzar a expandir, o si se quiere, democratizar la conversación, para que llegue a más gente y los cambios lleguen más rápido.
Texto: Martina Vilar del Valle
Foto: Alessandro Maradei