Verde: no pasarán

Cientos de personas se manifestaron el miércoles frente a la embajada Argentina en Uruguay en apoyo a las compañeras de la vecina orilla, que se jugaban el derecho a decidir sobre sus cuerpos, en un partido al que ni siquiera las dejaron entrar. Están sentadas en la vereda con una tela verde y una tijera, recortando figuras triangulares, similares a los pañuelos que muchas portan en el cuello, en el puño, en la mochila. La embajada de la República Argentina está con un vallado al frente, y cuatro policías con cara de aburrimiento observan a la manifestación que se sucede más allá de la reja. Hay un patrullero de costado en la intersección de Uruguay y Cuareim. Son las seis de la tarde y hay un leve murmullo, se comentan las declaraciones de los senadores que, desde el otro lado del río, están dirimiendo el destino del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. Desde temprano se sabía que la votación venía complicada. La sensación anticipada de un resultado adverso, no disipó la energía de las manifestantes, mayoritariamente mujeres jóvenes, que desde diferentes puntos de la multitud disparaban sus cánticos de protesta al son de bombo y redoblante. Manifestaciones como la que sucedió en Montevideo, se replicaron en muchas ciudades del mundo, desde Tokio hasta Viena. El debate se palpitó también en redes sociales donde varias figuras de renombre mundial vertieron sus comentarios favorables a la ley. Igual inclinación mostraba Amnistía Internacional con un anuncio a página completa en la contratapa del New York Times. Ni que hablar de las multitudinarias concentraciones en diferentes ciudades argentinas. Nada de esto fue suficiente. Cerca de las 3 de la mañana del 9 de agosto el senado tomó su decisión: 38 votos en contra, 31 votos a favor, 2 abstenciones y 1 ausencia, dieron como resultado el rechazo al proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. El resultado no sorprendió a los analistas parlamentarios. La calidad de algunas argumentaciones tampoco fue sorpresa para quienes vienen siguiendo los debates. Aunque sigue siendo difícil naturalizar la impunidad con la que un legislador afirma que “a veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene inferioridad absoluta de poder frente al abusador, por ejemplo en el abuso intrafamiliar, donde no se puede hablar de violación…”.   Entre los senadores que votaron a favor de Ley, el discurso más esperado fue el de la ex presidenta Cristina Fernández, quién tras una larga exposición en la que repasó su historia personal y los logros de su gobierno, terminó de definir su voto en base a la ausencia de una mejor alternativa.   Hubo discursos más sustanciosos. Uno de los más destacados, fue el de Pino Solanas, quién afirmó que el debate no es teórico, que lo que está en discusión es brindar o no posibilidades a las mujeres que hoy se ven obligadas a abortar en la clandestinidad. Expresó también que con esta ley se juega una gran causa de los argentinos: la causa de la ampliación de derechos y específicamente la ampliación de derechos de las mujeres, el derecho a decidir sobre sí mismas. Finalmente, saludó y celebró la labor de las cientos de miles de chicas que estaban afuera, que son las que están a la vanguardia en esta causa.   Estos argumentos y los esbozados por los restantes legisladores favorables a la legalización del aborto no lograron torcer la balanza. El proyecto de ley no prosperó. Pero el proyecto social y político sigue en pie. Queda la movilización en las calles, queda la confianza para las mujeres que deciden abortar de saber que son muchas las que respetan y apoyan sus decisiones, queda el debate sobre la mesa, y la imposibilidad de seguir invisibilizando la realidad de los cientos de miles de abortos clandestinos anuales que se practican en el país. Los pañuelos verdes siguen presentes, como el miércoles a la noche. Presentes en las marchas, replicados en las redes, atados a los puños. Si no hay ley, hay lucha. #SeráMañana Texto: José Luis Rodríguez y Fanny Rudnitzky Fotos: Fanny Rudnitzky

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