Libertad para elegir, información para decidir

Javier Silveira es integrante del Colectivo Ciudadano por la No obligatoriedad de la vacuna VPH Uruguay, un grupo de padres y madres, especialmente, agrupados desde fines de 2016, a partir de la primera declaración oficial por parte de las autoridades del Ministerio de Salud Pública (MSP) en que se explicita públicamente la intención de comenzar la campaña por la vacunación contra el virus del papiloma humano.

Con el objetivo de manifestarse en contra de la inoculación obligatoria contra este virus surgen grupos independientes, en las redes sociales. Esta reacción espontánea nace de la indignación ante la imposición y la falta de información; en especial, sobre los efectos secundarios del medicamento, que termina teniendo como consecuencia la búsqueda, y eventual hallazgo, de casos adversos en todo el mundo. Ante la necesidad de congregarse, Mujer Y Salud en Uruguay (MYSU) le ofrece al colectivo una locación para poder conocerse más allá del cibermundo.

El colectivo manifiesta no estar en contra de la vacunación, incluso apoya que sea gratuita. Por el contrario, su lucha reside en la posibilidad de decidir. Sin embargo, reciben bastantes críticas sobre su postura: “el doctor Quian [subsecretario del MSP] nos tilda de ignorantes científicos y de antivacunas, tratando de rebajar nuestra condición […] Somos ciudadanos que estamos pidiendo la posibilidad de decidir”.

La importancia de decidir

Lilián Abracinskas es directora de MYSU, una ONG que funciona en nuestro país desde hace más de 20 años y trabaja en materia de salud sexual y reproductiva como una dimensión de los derechos humanos, vulnerados, especialmente en las mujeres, a lo largo de la historia. Su misión es la promoción y la defensa de la salud y derechos sexuales y los derechos reproductivos desde una perspectiva de género, y generaciones.

“Uruguay tiene una larga tradición en políticas materno-infantiles, a las mujeres nos trataban solo en la dimensión de ser madres”, afirma Lilián, “Todas las otras necesidades y requerimientos que tenían que ver con el ejercicio de la sexualidad y la reproducción no siempre estaban contemplados”. Dicho esto, queda a la vista que siendo el VPH una enfermedad de transmisión sexual (ETS), de hecho la más común, tiene una perspectiva de derechos.

“La tendencia de la industria médica es medicalizar los cuerpos de las mujeres. El terreno de la sexualidad y la reproducción de las mujeres es un terreno muy codiciado por la industria farmacológica”, explica. Alcanza con ver las opciones en materia de anticoncepción para mujeres, mucho más diversa que la de los hombres. La industria se ha vuelto muy redituable en cuanto a los requerimientos se salud sexual y reproductiva de las mujeres. En esta lucha histórica se ha logrado “desarrollar la autonomía y libertad para decidir qué de lo que la industria intenta interferir o meterte dentro de tu cuerpo es lo que tomamos”.

¿Cómo funciona la vacuna? Previene la infección de dos cepas oncogénicas específicas. Es decir, un tipo específico del virus que puede transformar la célula infectada en una célula tumoral. Pero no previene el cáncer. “La asociamos con el cáncer, pero no la tratamos como una ETS”, afirma Lilián; si no se incorpora el preservativo en las relaciones sexuales y no se realizan periódicamente los exámenes correspondientes, nada asegura que sea imposible el contagio. La conclusión de esto es que “no se está inmunizada realmente; la gente piensa que porque está inoculada ya no tiene que tener otras protecciones. Y este es el ejemplo de lo que está pasando en las escuelas ahora, no van con el condón femenino además de la vacuna”.

No hay una campaña de educación paralela. Más grave aún, las investigaciones afirman que uno de cada tres varones está dispuesto a tener relaciones sexuales sin protección con una persona que recién conoce, es decir que no hay conciencia de la protección propia y mucho menos de cuidado hacia la persona con la que se mantiene el vínculo sexual. La vacuna no impide que se transmita la infección.

Ante la comparación con otras vacunas que se indican en las escuelas, como la del sarampión, la mujer debe seguir usando métodos de protección.

“No se la puede comparar con otras vacunas, porque funciona distinta, y además, en una acto no menor, está en fase de investigación”. Los resultados solo se podrán saber dentro de 30 años. Es demasiado tiempo para saber si sus beneficios son más importantes que las contraindicaciones que pueda tener. Ciertamente, lo más preocupante son los efectos adversos que puede llegar a provocar, entre los que se encuentran diabetes, esclerosis, reuma o trastornos del aparato genital como atrofia ovárica. Sumado a esto, cabe aclarar que no existe —ni está previsto que exista— ningún fondo o seguro que responda por las posibles secuelas que la adolescente pueda presentar a futuro. Tampoco hay un seguimiento estipulado por el MSP para conocer la evolución de las niñas vacunadas.

Incluso, según los propios registros del ministerio, hay un notorio descenso en las cifras de vacunación. Los registros del MSP indican, además, una baja en la incidencia de mortalidad por cáncer de cuello uterino. Como resultado de las actuales investigaciones se estima una versión mejorada de la actual, que prevé respuesta para nueve tipos de VPH. La duda que nos surge entonces es ¿qué va a pasar con las niñas que ya fueron vacunadas cuando esta nueva versión se introduzca en nuestro país? ¿Deberán ser vacunadas nuevamente?

La salud de hoy

La Ley de pacientes y usuarios de los servicios de salud, en la que se establecen sus derechos y que garantiza la libertad del paciente de seguir o no un tratamiento recomendado por el médico. “Aunque parece obvio, hubo que hacerlo ley, porque la práctica médica se basaba en el disciplinamiento de la sociedad y el control epidemiológico”, indica Abracinskas. Hoy en día, la realidad marca que la salud es un derecho, no se trata exclusivamente de intervenciones médicas y farmacológicas. “Es un bienestar biosociocultural […] son dos modelos de pensar la salud distintos”.

El programa de vacunación en las escuelas incluye niñas que estén cursando sexto año, con previa autorizaciones de sus tutores. Vacunamos a las niñas pero no trabajamos en la educación con varones. Además, tiene como fin inocular a las niñas antes de su primera relación sexual. Lo cual suma otra arista: la niña probablemente no se sienta con la contención suficiente como para reconocer que ya ha tenido relaciones sexuales en este ámbito tan poco privado como es la escuela.

Aunque la vacunación no es, en teoría, obligatoria —el padre o madre tiene que enviar una carta a la escuela con la autorización, y en caso de no autorizarla tiene que explicar por qué no lo hace—, en la plataforma Gurísoftware que releva toda la información al respecto— está marcada, por defecto, la autorización de la vacuna. Esto significa que si la autorización nunca llega, la niña es inmunizada igual. Al fin y al cabo, la escuela se reserva esa potestad. Un grave exceso de autoridad, más aun cuando la medicación por parte de maestros u otras autoridades de la escuela está prohibida. Tampoco hay una medida establecida en caso de que los tutores de la menor no envíen la carta. Gran vacío legal.

En países en donde los sistemas de salud son muy frágiles y no contienen a la mayoría de la población, la vacunación en las escuelas pasa por una cuestión de accesibilidad, de llegar a través de la institución que tiene más alcance. “En Uruguay esto no parece razonable, porque tenemos una cobertura casi del 100% del sistema de salud. Las vacunas son gratis, te las podés dar tanto en un vacunatorio de un sistema público como privado, porque cualquiera te tiene que vacunar”.

Son más las preguntas que genera este tema que las respuestas. Es un tema médico, pero hablamos de sexualidad, niñez, género y educación; es un tema social.

 

 

  Texto: Colectivos

Foto: Colectivo Ciudadano por la NO Obligatoriedad de Vacuna contra VPH Uruguay

Escuchá las entrevistas completas aquí: 

Columna Lilián Abracinskas por MYSU

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