La memoria y el olvido: cómo recordar un pasado horrible. Parte 2

Llegó el tiempo de la “comparación odiosa” entre la Alemania nazi y la dictadura uruguaya que Javier Martínez, en su columna “Yerba no hay”, comenzó hace una semana atrás con la pretensión de postular “soluciones utópicas”.

Llegó el tiempo de “la comparación odiosa” entre la Alemania nazi y la dictadura uruguaya que Javier Martínez, en su columna “Yerba no hay”, comenzó una semana atrás con la pretensión de postular “soluciones utópicas”.

El resumen que Javier hace para entrar en el tema está acompañado por la ambientación de la música que Richard Wagner terminó de componer en 1856 y que Francis Frank Coppola usó en la película Apocalypse Now, de 1979. Con este escenario, Martínez recuerda que la primera generación alemana, la directamente involucrada con el proceso nazi, se dedicó a la reconstrucción material de Alemania, sin pensar en lo sucedido, en parte porque “le cabía mucha responsabilidad por haber apoyado el régimen”, explica Javier. Pero es la segunda generación, integrada por los hijos de aquellos, la que condena lo sucedido.

Este proceso, que comienza más de 20 años después de terminada la guerra, está teñido por una coyuntura mundial propicia para el auge de los movimientos pacifistas. La no linealidad del proceso de la memoria está plagada de ambigüedades, y los alemanes no son la excepción. “Si bien fueron reeducados de entrada hacia un pacifismo —asegura Javier—, la Academia tomó ese rol recién en los años 70”. Sin embargo, estos movimientos pacifistas convivieron con el rearme de la Alemania occidental. En su charla, Javier recomienda un artículo de la revista Ámbitos sobre Alemania y la superación de traumas.

La reconstrucción de la memoria es una tarea que le compete tanto al Estado como a la sociedad. Sobre la base de esta afirmación, Javier muestra cómo la afrontaron unos y otros en Alemania, análisis que lo habilita al inicio de la odiosa comparación que tanto esperamos los escuchas de este ciclo.

El columnista nos hace “tropezar” con la memoria al explicarnos el significado y la concepción ideológica de las stolpersteine que el alemán Gunter Demnig comenzó a colocar en los años 90 en las calles de su ciudad natal (Colonia, Alemania). A los tres años de haber comenzado, y con más de 250 placas colocadas en diferentes ciudades, el gobierno austríaco legitimó esta iniciativa. El gobierno germano, en cambio, se tomó casi una década para concederle la legitimación.

Por las calles de Montevideo, y de otras ciudades del interior, también nosotros podemos tropezarnos con la memoria. Unas 30 placas recordatorias en la capital, entre ellas la que luce la foto que acompaña esta nota, nos recuerdan hechos que hacen a nuestra historia reciente. Esta manifestación lleva por nombre “Marcas de la memoria”.

Otros artistas han tomado cartas en este asunto, y Javier, a modo de ejemplo, hace una breve descripción de apenas algunas obras con el fin de mostrar cómo la sociedad reconstruye su identidad después de un hecho traumático: El artista plástico Agustín Fernández en 2016 colocó fotos de desaparecidos en el casco de un barco casi hundido en el Puerto de Montevideo con el fin de denunciar que la investigación sobre el hecho estaba estancada. Por su parte, otro artista plástico, Héctor Laborde, presentó en la ciudad de Canelones una muestra de sus pinturas cuyo título es “Desaparecidos”. El multifacético Luis Camnitzer, en 2010 realizó un trabajo tan significativo como peculiar con la guía telefónica y el fotógrafo argentino Gustavo Germano desarrolló un proyecto llamado “Ausencias” que sensibilizó a nuestro columnista y nos exhortó a recorrer su página.

Pero Javier no solo se detiene a contar lo hecho, sino que habla de un proyecto que el artista alemán Jürgen Wilms presentó al municipio de la capital montevideana en el que pretende instalar un monumento a las víctimas de la dictadura, nada más ni nada menos que en la Plaza de la Democracia.

Para finalizar esta entrega, el columnista plantea las tan mentadas “soluciones utópicas”. La mesa de Solo por eso se llena de comentarios, propios y prestados, para intentar dar cierre a un tema que merece no ser cerrado.

Texto: Paola Melgar

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