¡Qué grandes las bacterias!

“De la diversidad enorme de bacterias que hay, las que causan enfermedades son las menos; si no tuviéramos bacterias en el planeta, no sería posible la vida humana”. Así cerraba la entrevista la química Ángela Cabezas da Rosa, luego de una extensa y entretenida charla sobre su trabajo, denominado “Estudio de comunidades microbianas asociadas a sistemas de tratamiento de efluentes o sistemas de producción de bioenergía”. Ángela es investigadora en en el equipo de la División Ciencias Microbiológicas del Departamento de Bioquímica y Genómica Microbianas del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable.

Nuestra invitada cuenta que en su carrera de grado, trabajando como pasante en la Facultad de Química, se encontró con un mundo nuevo que la atrapó: “Investigar cómo las bacterias nos podían ser útiles en solucionar problemas ambientales fue lo que me interesó”, tema que la llevó a lo que se dedica actualmente. Para ello, Ángela hizo un “largo” recorrido: Holanda y Alemania fueron los destinos de ese periplo. Cuenta que en 2005 realizó una pasantía en investigación, en el marco de su maestría, en en el Instituto    Microbiología y Ecología, en la Universidad de Radboud, Nijmegen, Holanda, y que en 2007 ganó una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico para hacer su doctorado en el Instituto Max-Planck de Microbiología Terrestre, en Marburg, Alemania.

De esta manera, no solo se formó sino que generó vínculos con otros científicos: “Es muy importante para un científico la generación de redes, no solo en Uruguay y América Latina, sino en todo el mundo”, sostiene.

Para entrar en tema, Ángela ablanda algunos conceptos, y empieza por los componentes del título de la investigación. Así, explica qué es una comunidad microbiana y qué características tiene; qué son los efluentes, cómo se realizan los tratamientos para purificarlos, y cómo a partir de algunos tratamientos se puede generar bioenergía. Y lo más interesante, todo esto a partir de la actividad de las bacterias.

En lo que refiere a las comunidades de bacterias, Ángela esclarece el modo en que se encuentran en la naturaleza: “En esas comunidades se forman grupos que interaccionan positiva o negativamente. A veces, compiten por la misma comida, por ejemplo; otras, lo que excreta una bacteria, o sea, el residuo que queda de lo que esa bacteria comió, sirve de alimento para otra. Eso es lo que llamamos una comunidad microbiana”, ilustra la química.

Posteriormente, luego de aclarar que un efluente no es más que el agua sucia que produce cualquier actividad humana, Ángela explica qué es un reactor y cómo se tratan actualmente los efluentes en las agroindustrias. Para evitar la contaminación o, dicho de otro modo, “que se enfermen los ríos”, las aguas deben tratarse. Al respecto, Ángela mencionó los procesos de purificación de los efluentes y habló de las ventajas y desventajas de cada procedimiento, así como de las distintas características, no solo de cada agroindustria en particular, sino de la época determinada de trabajo con efluentes, por ejemplo, en la industria vitivinícola, “es bien distinto el efluente cuando hay vendimia y cuando no la hay”.

En la segunda parte de la entrevista, Ángela reveló los avances de su investigación, que comenzó en Alemania en 2007: celdas de combustible microbianas. Fue entonces cuando se evidenció la importancia y los alcances de su trabajo, ya que no solo se tratan los efluentes, sino que a partir de ese proceso se puede producir energía, “estás resolviendo dos problemas en uno”, comenta.

Al finalizar la entrevista, tuvimos la certeza de que el mundo microbiano es tan necesario como provechoso para los humanos y la producción. Los invitamos a escuchar el audio con la entrevista para encontrar los detalles sobre el gran mundo de las bacterias y sus beneficios.

Texto: (H)ablando ciencia

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